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Saluden a Priscila y a Aquilas, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron sus cuellos por mi vida, y a quienes estoy agradecido, no solo yo sino también todas las iglesias de los gentiles. Saluden también a la iglesia de su casa.

Saluden a Epeneto, amado mío, que es uno de los primeros frutos de Asia en Cristo.

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